Las puertas habian quedado detras de Madaro. Al fin Masyaf, la legendaria ciudad en donde Altair habia luchado hacia tantos años... habian sido miles las historias que habia oido de los Asesinos de esa region, pero ninguno se acercaba a la caida de Al Muadin.
-Dulce Masyaf... muestrame donde se encuentran mis Hermanos- Pronunció, en la extraña soledad del lugar. "Nada es verdad. Todo esta permitido" Resonó en su mente, e involuntariamente tocó el guante que cubria su mano ligeramente mutilada.
En cuanto se percató, llevó su mano a la empuñadura de su espadon. Jamas, bajo ningun concepto, debia pensar que estaba seguro. Lecciones de la vida, le habia dicho su viejo amigo.